La promesa de la billetera móvil. ¿Por qué ha costado tanto?

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Por carlos ríos

Un artículo llegó a mi inbox recientemente con un título que llamó de inmediato mi atención: «Todavía estoy esperando que mi teléfono reemplace a mi billetera». Lo escribe Jenna Wortham, cronista de tecnología del New York Times, que con la mirada de un consumidor más, se refiere a la promesa no cumplida aún de que los celulares reemplazarían a las tarjetas al momento de realizar transacciones de pago.

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La visión presentada por Jenna coincide en varios puntos con la mía propia, y me gustaría compartirla con Uds.

A Jenna el tema le viene a la mente un día excepcionalmente caluroso, en el que, buscando salir lo más liviana posible, se percata de que está dispuesta a dejar en casa entre otras cosas su abultada billetera, pero en ningún caso su celular. Viene entones a su memoria la atractiva promesa de la aparición inminente de una billetera móvil residente en su celular, que con un simple movimiento («tap and go») permitiera pagar en cafeterías, restaurantes, transportes, y toda variedad de establecimientos comerciales.

La pregunta que se hace Jenna es la misma que se vienen haciendo numerosos analistas del mercado desde hace bastante tiempo: ¿porqué, a pesar del evidente desarrollo de la mayoría de las componentes tecnológicas que podrían hacer esto posible, estas no han pasado mas allá de diversos proyectos piloto realizadas en distintos lugares del mundo, sin que ninguno de ellos hasta ahora logre consolidarse como una solución masiva?

El artículo pasa revista a varias de las iniciativas de pagos móviles que se han anunciado en el último tiempo en EEUU, no siendo en ningún caso una lista exhaustiva. Entre las mencionadas están: Square, Google Wallet, Visa Paywave y Isis entre otras.  Destaca la exitosa aplicación de compra móvil de Starbucks, que se descarga al móvil y permite que este opere como una tarjeta recargable para pagar en dicha cadena, pero indica que es un modelo cerrado y que sólo se puede utilizar en dicha cadena, es decir, no es un medio de pago de uso amplio.

Aventurando explicaciones sobre el origen de la dificultad para la adopción masiva de los pagos móviles coincido con Jenna en las siguientes:

Primero, esta parece ser una solución en busca de un problema. No resulta obvio que pagar con el teléfono celular sea más simple o más rápido que hacerlo con una tarjeta de crédito o débito tradicional. Supone una secuencia de operaciones entre el celular y el punto de venta, sujeta además en muchos casos a posibles problemas de operación producto de la no siempre óptima calidad de las comunicaciones móviles. Una transacción con todas esas dificultades no es lo que alguien quiere experimentar mientras está pagando en una caja con una fila de gente esperando detrás, durante el horario punta.

Hay un escenario de uso en que sí es posible identificar una ventaja: aquel donde la compra o el pago se realiza en forma remota y el celular es el medio tecnológico que más probablemente estará a mano para llevar a cabo la operación (y en muchas ocasiones es el único).

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La segunda razón dice relación con los participantes de este mercado: las redes de medios de pago tradicionales se basan en la operación colaborativa de una serie de actores de la industria que han establecido acuerdos que hacen posible que las transacciones se realicen de forma similar en cualquier lugar del mundo.  En el mundo de los pagos móviles, dichos acuerdos no se han establecido aún, producto principalmente de que cada uno de los posibles participantes quiere obtener el máximo control y fracción de las utilidades de este negocio. En efecto aquí aparecen nuevos actores, tales como los operadores móviles, las empresas fabricantes de teléfonos, las compañías de software como Apple y Google, nuevos operadores de pago como Paypal, en fin… Esto actores se suman a los protagonistas tradicionales de las redes de medios de pago, como son los bancos y las redes internacionales Visa y Mastercard entre otras, y todos ellos quieren una tajada de la torta.

Clinkle Wallet (*)

Como si fuera poco el lograr los acuerdos anteriores, además hay que convencer a los comercios de invertir en los cambios tecnológicos en sus sistemas de punto de venta para soportar estas nuevas tecnologías en las transacciones de pago. Estas son inversiones importantes, que es difícil que los comercios lleven adelante a menos que estén convencidos de los beneficios de su adopción.

No obstante las dificultades ya mencionadas, el artículo menciona que a pesar de ello la corriente de innovación en torno a este tema no se detiene, y llama la atención que siguen apareciendo nuevos «startups» con generosos financiamientos, que apuntan en la misma dirección de desarrollo de pagos utilizando dispositivos móviles.

Jenna concluye en su artículo que habrá que seguir esperando. Mientras tanto no le queda otra cosa, para salir liviana en un día de calor, que asegurar con un elástico su tarjeta de crédito y su licencia de conducir a su celular, aunque reconoce -un poco decepcionada- que esto no es lo que tenía en mente cuando imaginaba pagar con su celular.

(*) Clinkle es un startup reciente que está desarrollando una nueva solución de pagos móviles

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