Por Mario Barrera, director Comercial de Nubatech
Cuando irrumpió el COVID-19 a inicios del 2020, el mundo comprendió de golpe y sin titubeos, que la prevención y el autocuidado eran acciones fundamentales para enfrentar la pandemia. Junto a las vacunas, fueron trascendentales para contener una amenaza invisible.
Hoy, con la ciberseguridad enfrentamos un escenario similar. Los ciberataques son el “virus” del entorno digital: invisibles, adaptativos y en constante evolución. Y al igual que en una pandemia, no hay tecnología capaz de garantizar por sí sola la inmunidad. Es clave incorporar además hábitos de protección y autocuidado antes estas amenazas.
Según el Foro Económico Mundial, un 72% de las organizaciones percibe un incremento en los riesgos cibernéticos, y más del 40% ya ha sido víctima de ataques de ingeniería social. En otras palabras, los ciberdelincuentes no solo buscan vulnerar sistemas, sino aprovecharse de la confianza y del desconocimiento humano, tal como lo hizo el virus con nuestras rutinas cotidianas.
Durante la pandemia aprendimos que el autocuidado no era un acto individual, sino un compromiso colectivo, el descuido de una persona podía poner en riesgo a toda una comunidad. En las empresas sucede lo mismo con la ciberseguridad. Un clic en un correo malicioso o la filtración de una contraseña corporativa no afectan solo al usuario, sino a toda la organización, exponiendo datos sensibles, operaciones críticas y, en última instancia, la confianza de clientes, provocando un daño reputacional.
En el Mes de la Concientización sobre Ciberseguridad es importante entender que la seguridad digital comienza con cada persona, pero que también es un esfuerzo constante y dinámico, que requiere una cultura resiliente e inversiones que estén a la altura del desafío, como fueron en sus momentos las vacunas.
La buena noticia es que existen soluciones que apoyan este esfuerzo. Como las plataformas integradas de gestión de riesgos, tecnologías que detectan suplantaciones en tiempo real, análisis de comportamiento para identificar patrones anómalos. Al final del día, proteger los datos y sistemas es equivalente a cuidar la salud en una pandemia: no es un lujo, es una condición para sobrevivir, cumplir con las nuevas normativas y mantener la confianza en un entorno incierto.




