Las transferencias electrónicas de fondos (TEF) son rápidas, accesibles y de bajo costo. En Chile, se han convertido en uno de los métodos de pago más usados: solo en 2024 se realizaron 1.482 millones de TEF, por cerca de 318.000 millones de dólares. Sin embargo, esta masificación no ha significado una verdadera herramienta de inclusión […]
Las transferencias electrónicas de fondos (TEF) son rápidas, accesibles y de bajo costo. En Chile, se han convertido en uno de los métodos de pago más usados: solo en 2024 se realizaron 1.482 millones de TEF, por cerca de 318.000 millones de dólares. Sin embargo, esta masificación no ha significado una verdadera herramienta de inclusión financiera para el comercio.
¿Por qué? Porque las TEF no fueron diseñadas como medio de pago formal. La falta de interoperabilidad, la necesidad de ingresar datos manuales y su uso informal dificultan la trazabilidad y generan fricción, especialmente para emprendedores y pymes en etapa inicial.
Hoy, una parte importante del comercio opera fuera del sistema financiero formal, no por falta de interés en la digitalización, sino porque los métodos actuales no responden a sus necesidades. Muchos de estos comercios que inician sus actividades sin formalizar su negocio ante el servicio de Impuestos Internos (SII), los limita a recibir como tope 50 transferencias mensuales según indica la normativa, restringiendo su operación y alejándose del acceso a financiamiento.
La solución no es nada sencilla. Requiere un esfuerzo coordinado de todos los bancos e instituciones financieras para adoptar un nuevo sistema común. Este cambio debe plantear un desafío regulatorio de gran envergadura, cuya definición aún no está del todo clara en el país. Herramientas como los códigos QR dinámicos interoperables o las notificaciones automáticas permiten avanzar hacia experiencias de pago más simples, trazables y sin costos excesivos.
Eso es inclusión financiera real: no solo se incorporan actores que antes estaban fuera del sistema, sino que también se fortalecen los pagos interoperables, permitiendo que funcionen mejor en la práctica y que sean más competitivos en términos de precio y performance frente al mundo de las tarjetas.
Mientras el modelo bancario tradicional mantiene incentivos para priorizar el uso de tarjetas, que generan mayores ingresos, el ecosistema digital avanza hacia pagos más instantáneos, interoperables y accesibles. Brasil, Colombia o México ya han tomado el camino de convertir las transferencias en un bien público. Chile debiese avanzar también hacia una interoperabilidad obligatoria por ley, con reglas claras y colaboración entre actores.
La inclusión no se logra solo con acceso, sino con herramientas que funcionen de forma eficiente, equitativa y práctica. Si bien las TEF han cumplido un rol relevante en la digitalización de los pagos, su arquitectura actual no está diseñada para sostener el modelo interoperable e instantáneo que Chile necesita. El verdadero potencial está en crear una infraestructura común donde todos los actores financieros se conecten a una misma red de pagos, que sea ágil y transparente. El futuro de los pagos digitales requiere de que la interoperabilidad se construya sobre tecnologías actuales, que sean más robustas, seguras y alineadas con estándares internacionales. Estos temas deben estar incluidos en el debate público y normativo si realmente aspiramos a una inclusión financiera profunda, integral y sostenible.
*El autor es Gerente de Nuevos Negocios de ProntoPaga
Fuente: Forbes Chile