La era de los centauros: ¿es el fin del dominio de los unicornios?

Captura-de-Pantalla-2023-08-14-a-las-11.02.19.png

Los unicornios, compañías tecnológicas valoradas en más de 1.000 millones de dólares antes de salir a bolsa, han ocupado la posición más alta en la fauna emprendedora de la última década. Sin embargo, con el cambio de ciclo, han nacido otros animales mitológicos que ponen el foco en la rentabilidad: los centauros, que alcanzan los 100 millones de dólares de ingresos recurrentes anuales.

Hace una década, Aileen Lee, fundadora del fondo de inversión Cowboy Ventures, acuñó el término unicornio para referirse a las startups que alcanzaban una valoración de más de 1.000 millones de dólares antes de salir a bolsa en un artículo de ‘TechCrunch’ donde destacaba su carácter singular.  Algunos gigantes tecnológicos, como LinkedIn, Facebook e Instagram, figuraban en aquella primera lista, formada por 39 compañías.

Tras unos años de elevada liquidez en el mercado, apoyada por la política de bajos tipos de interés, incluso negativos, de los bancos centrales, los unicornios han dejado de ser una especie excepcionalSolo en 2021, nacieron más de 500 unicornios y en la actualidad hay más de 1.200 unicornios en el globo, de acuerdo con ‘CB Insights’.

Pero ese contexto ha cambiado. Los bancos centrales han comenzado a subir tipos de interés y el grifo de la liquidez va poco a poco cerrándose. Una situación que ha hecho que los inversores empiecen a mirar con mayor detalle otros indicadores, además de la valoración, según apunta ‘Bloomberg’. Entre ellos, los ingresos o el flujo de caja. De hecho, la inversión de capital riesgo global ha bajado desde comienzos de 2022 y el número de nuevos unicornios también ha seguido una tendencia de descenso a partir del año pasado.


«La valoración real de una compañía es lo que otro estaría dispuesto a pagar por comprarla. Con el frenesí que hubo en 2021 y parte de 2022, muchas de esas compañías que tenían valoraciones por encima de 1.000 millones, probablemente no encontrarían comprador por esas cantidades», explica Jaime Novoa, socio del fondo de inversión español K Fund. Por eso, considera que el término unicornio no tiene demasiado significado. «De las compañías no cotizadas hay muy poca información de cifras de negocio hacia el exterior, y la definición de unicornio se debió a la necesidad de poner una etiqueta a compañías que son grandes», explica Novoa.

La era de los centauros: ¿es el fin del dominio de los unicornios?

«Desafortunadamente, el colapso y la reducción de la valoración de muchos unicornios, a medida que el mundo se da cuenta de lo precario que fue este estímulo fiscal mundial, demuestran globalmente las deficiencias de centrarse únicamente en la valoración», defiende por su parte Sanjib Kalita, emprendedor, asesor de startups y experto en el ecosistema ‘fintech’, en el informe ‘Welcome to the Age of Centaurs’ presentado recientemente en el prestigioso evento ‘fintech’ Money 20/20. En este escenario, este asesor e inversor en startups pone en valor a otra especie imaginaria: los centauros, empresas de alto crecimiento que alcanzan o superan los 100 millones de dólares de ingresos recurrentes anuales.

Los centauros (y otros animales) entran en escena

«En lugar de buscar una valoración de 1.000 millones de dólares, las empresas deberían estar buscando ingresos anuales de 100 millones de dólares o incluso superiores, que puedan mostrar un camino firme hacia el beneficio y el flujo de caja positivo», argumenta Kalita en su informe. De esta forma, las compañías «deberían tener el foco puesto en crear una estructura sólida en lugar de una venta rápida».

Además de Kalita, algunos artículos en medios especializados como ‘TechCrunch’ y ‘Bloomberg’ están empezando a centrar su atención en los centauros. También lo ha hecho el fondo de inversión estadounidense Bessemer Venture Partners, que publicó hace unos meses ‘The Centaur Report’, un estudio donde identifica a un total de 47 centauros dedicados al negocio de la nube y que conforman una séptima parte del total de unicornios de ese sector, superior a los 400.

«Creemos que los ingresos anuales recurrentes muestran un crecimiento duradero a escala y son el mejor indicador del rendimiento».

En el listado de centauros, incluye compañías como las plataformas ‘no-code’ (que permiten desarrollar productos digitales sencillos sin conocimientos avanzados de programación) Airtable, Zapier y Webflow, la herramienta de diseño gráfico Canva o la solución de gestión de contraseñas 1Password. «Pensamos que los ingresos anuales recurrentes muestran un crecimiento duradero a escala y son el mejor indicador del rendimiento», defienden los inversores de Bessemer Venture Partners.

No obstante, la definición de centauro puede variar: Dave McClure, fundador de Practical Venture Capital, los definió hace unos años como compañías valoradas en más de 100 millones de dólares en el evento ‘TechCrunch Disrupt’, y algunos inversores siguen utilizando esa acepción. Además, otros expertos utilizan los nombres de animales no ficticios para medir el éxito de una startup como alternativa a los unicornios. Entre ellos, los camellos, startups que no cierran grandes rondas de financiación, sino que se centran en aprovechar el capital disponible para sobrevivir en periodos inciertos; cucarachas, con un crecimiento estable y que se caracterizan por su resiliencia, o cebras, que priman tener un impacto social positivo.

¿Qué analizan los inversores para apostar por una startup?

Más allá de las clasificaciones o las categorías animales, reales o no, los inversores se fijan en una serie de métricas a la hora de decidir en qué startups inyectan capital. «Lo más importante al fijarte en la valoración en un mercado privado como el ‘venture capital’ es la posibilidad de tener un ‘exit’ o un evento de liquidez», apunta Jimena Pardo, socia del fondo de capital riesgo mexicano ALLVP, centrado en inversiones en etapas tempranas. «La otra variable interesante de la salida es evaluar a cuánto se ha vendido y el dinero que se había invertido previamente, es decir, la creación de valor», prosigue. Un ejemplo de «unicornio realizado», según lo define Pardo, es el del supermercado ‘online’ chileno Cornershop: tras alcanzar ese estatus, Uber adquirió la compañía por más de 3.000 millones de dólares.

Los inversores, además, realizan análisis diferenciados en función de la etapa donde se encuentra la startup. K Fund, por ejemplo, invierte ‘tickets’ (la inversión que realiza un inversor dentro de una ronda de financiación) de entre 100.000 y 2 millones de euros en las startups de fase presemilla y semilla, y las analiza de forma diferente a las que se encuentran en etapas más maduras, en las que puede llegar a invertir ‘tickets’ de 10 millones de euros. «En la etapa semilla no hay datos que analizar o no son representativos, por eso nos fijamos en otros criterios más subjetivos», defiende Novoa.

Lourdes Álvarez de Toledo, socia de JME Ventures, un fondo de inversión centrado en startups en fase ‘early stage’ españolas, coincide con esa visión. «Las compañías en fase presemilla están en un extremo y las compañías próximas a la OPV [oferta pública inicial que marca la salida a bolsa de la compañía] están en otra. Esta línea va de la ficción a la realidad: de una compañía que es una idea a la realidad, la salida al mercado público, donde se te evalúa con criterios financieros». También insiste en que «no hay una fórmula mágica» para evaluar a ninguna compañía porque, además de la fase en la que se encuentre, también depende del sector en el que opere.

Los inversores consultados tienen en cuenta una serie de factores que varían desde aquellos más intangibles a otros que responden a métricas de negocio en función de la compañía analizada.

  • Calidad del equipo emprendedor. En las etapas iniciales, cuando existen pocos datos con los que medir el proyecto, se evalúa la capacidad del equipo emprendedor para llevar a cabo el proyecto.
  • Producto o servicio atractivo. Los inversores en las etapas semilla pueden fijar la vista en el MVP (mínimo producto viable) que incluye las características básicas para satisfacer las necesidades de los clientes y se lanza al mercado para testar su viabilidad.
  • Mercado. El tamaño del mercado es otro de los puntos a estudiar: se analiza si hay un mercado suficientemente grande como para que la solución marque una diferencia o bien si se dirige a un nuevo mercado de suficiente tamaño.
  • ‘Burn multiple’. Relaciona el dinero que gasta o ‘quema’ la empresa (‘burn rate’) con los ingresos recurrentes anuales. Es decir, evalúa qué cantidad de dinero es necesario para generar ingresos con el fin de analizar si el rendimiento es eficiente y sostenible en el tiempo para evaluar si tiene «cierta predictibilidad y consistencia», de acuerdo con Novoa, de K Fund.
La era de los centauros: ¿es el fin del dominio de los unicornios?
  • Ingresos. Cuando la empresa ya está en funcionamiento, el análisis de la facturación y de las previsiones de ingresos permite tener más información para tomar decisiones. Álvarez de Toledo, de JME Ventures, puntualiza que el volumen de ingresos también se evalúa de forma diferente en función de la compañía. «No es lo mismo una empresa de ‘deeptech’, que está desarrollando cohetes para lanzar nanosatélites, necesita mucha financiación y no tiene ingresos, que otro tipo de empresas. Tampoco es lo mismo valorar un SaaS [software como servicio, por sus siglas en inglés] que tiene altos márgenes de beneficio, a un ‘e-commerce’, con márgenes menores», detalla.
  • Rentabilidad o rentabilidad futura. «La rentabilidad no es un parámetro relevante para nosotros porque entendemos que las compañías en las que invertimos [en fase semilla] no son rentables, pretendemos que lo sean a largo plazo», apunta Álvarez de Toledo. Para un inversor que aporte capital a una startup en una ronda de inversión más avanzada, la rentabilidad sí será un factor decisivo. En el contexto actual, además, la rentabilidad juega un papel relevante para atraer financiación. Como destacó Christhi Theiss, especialista en ‘venture debt’ en BBVA Spark, durante el South Summit, los inversores han adoptado «un enfoque del riesgo más allá de las estrellas fugaces, empresas que queman mucho dinero muy rápidamente, y se centran en el rendimiento financiero y la rentabilidad».
  • Indicadores relacionados con el cliente. Los inversores también tienen en cuenta indicadores que les permitan medir el coste de adquisición (es decir, cuánto cuesta captar a un cliente) o su retención. «Esto te da una idea, por un lado, de cuál es el valor del cliente y, por otro, de cuánto tiempo va a estar unido el cliente a la empresa», detalla Álvarez de Toledo.

Mientras medios de comunicación y expertos continúan afinando las especies de la fauna emprendedora, y algunos demandan la importancia de saltar de los unicornios a los centauros para evaluar el éxito de una startup, los inversores siguen en la búsqueda proyectos que tengan una idea atractiva, un buen equipo detrás y un plan de negocio que pueda cumplirse. Startups que, en definitiva, puedan llegar a crecer y mantenerse en el mercado, independientemente de que se conviertan en animales mitológicos.

Fuente: BBVA

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

scroll to top