La entidad bancaria celebra en Canarias una jornada de formación para prevenir y evitar que sus principales clientes sufran delitos cibernéticos.
En un mundo cada vez más digitalizado, la ciberseguridad se ha convertido en un pilar fundamental para la protección de la información personal, empresarial e institucional. Desde el uso cotidiano de redes sociales hasta la gestión de infraestructuras críticas, como los bancos, los riesgos de sufrir un ataque informático son constantes y van en aumento. A medida que la tecnología avanza, también lo hacen las tácticas de los ciberdelincuentes, lo que lleva a las organizaciones a mantenerse actualizados y preparados frente a amenazas que pueden comprometer la privacidad, la economía y la estabilidad social.
En esta materia de prevención, conocimiento y formación está inmersa una de las mayores entidades financieras del mundo, BBVA, que tiene la segunda red de oficinas más amplia de Canarias.
Con esta premisa y para prevenir que sus principales clientes en Canarias se tengan que enfrentar a estos delitos, el martes se celebró en el Hotel Mencey, en Santa Cruz de Tenerife, una conferencia en la que representantes de grandes empresas de las Islas, así como alguna pequeña y mediana empresa (pyme), aprendieron cómo detectar ataques cibernéticos, prevenirlos o, en caso de que ocurran, solventarlos.
Una ponencia que fue impartida por la responsable de protección de la información y Cultura de seguridad de BBVA en España, Laura del Pino, y que fue moderada por el director regional de la entidad bancaria, José Manuel Martín. Con apenas doce invitados y algo más de dos horas de duración, se abordaron los retos digitales y las oportunidades que tienen las empresas en la era digital. «Las nuevas tecnologías van por delante y los malos nos están cogiendo la delantera», comentó Martín tras señalar que la seguridad en la red cada vez cobra «mucha más importancia y es uno de los principales retos a los que se tienen que enfrentar los empresarios».
De «negocio lucrativo» y «bandas de crimen organizado», así calificó Del Pino a los que cometen los ciberataques a cualquier particular o a empresas. Señaló que el coste de un cibercrimen alcanza los 9,3 billones de dólares, lo que se traduce a nueve veces el Producto Interior Bruto (PIB) de España. «Ya supera al tráfico ilegal de drogas con la ‘ventaja’ de que no hay riesgo físico, basta conexión a Internet y un dispositivo electrónico», explicó.
La pandemia del covid-19 supuso una transformación y revolución digital en España y, con ella, comenzó una «carrera imparable». El teletrabajo, las compras online o un mayor tiempo en Internet fue la combinación perfecta para que los delincuentes digitales ‘hicieran de las suyas’ y atacaran.
Entre las principales amenazas cibernéticas, destacó Del Pino, hay cuatro que son las más recurridas. La primera, y más común, es la suplantación de identidad. Una técnica de engaño que busca ganarse la confianza de la gente y por ejemplo, a través de SMS, les hace pinchar a un enlace donde, sin ser consciente, dan acceso a un control remoto donde los hackers acceden a cualquier dispositivo y, por ende, a toda la información que contenga el mismo.
Una segunda que la denominan el fraude del CEO y que «todos alguna vez hemos sufrido», señaló Del Pino. Consiste, entre otros, en cambiar un alias de un correo electrónico, con similitudes a uno oficial, y al igual que el anterior, acceder a los datos personales y la información.
El ransomware, secuestro de datos en español, es un virus malicioso con doble extorsión porque suelen atacar a personas o empresas con alto poder adquisitivo. En este caso suelen pedir rescate por la información o la suelen filtrar. De pagar, explicó la ponente, «se está financiando la delincuencia organizada».
Por último, los ataques a la cadena de suministro donde, tras infiltrarse en su red o sistemas, suelen vender los datos robados a la dark web a la cual tiene acceso cualquier ciudadano o, por el contrario, atacar a su objetivo.
Fuente: El Día
