¿Pagarán los robots nuestras pensiones?

robotizacion-01.jpg

Fuente: www.bbva.com

“Lo primero que deberíamos aclarar es qué entendemos por robot; y no debemos pensar que el problema del empleo proviene de los robots tal y los pintan las películas”, señala Juan Manuel López Zafra, economista, co-director del Master Data Science para Finanzas de CUNEF. “Yo prefiero hablar de algoritmos. Y ahí es donde está la clave de la automatización y los efectos sobre el empleo.” Según la Federación Internacional de Robótica (IFR, por sus siglas en inglés), en 2017 había a nivel global dos millones de robots industriales instalados, con un ritmo de crecimiento del 15% anual en 2017 y 2018. Para 2021, la IFR estima que habrá 3,8 millones de robots instalados, con un ritmo de crecimiento medio anual del 16%. Pese a todo, son cifras que aún se pueden considerar relativamente bajas, según los expertos.

La revolución tecnológica, ¿crea o destruye empleos?

“El efecto de esta revolución sobre el empleo total no está claro, o al menos yo no lo tengo tan claro como algunos futurólogos”, apunta Felipe Serrano, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad del País Vasco. “La historia económica nos enseña que todas las revoluciones tecnológicas han generado más empleo. Lo que han producido han sido cambios en la composición sectorial y en la naturaleza del empleo que se ha creado. ¿Por qué esta nueva revolución tecnológica tiene que ser diferente?” Según Serrano, lo que se está observando no es tanto una destrucción de puestos de trabajo como una pérdida del peso relativo (en el conjunto de los puestos de trabajo) de los puestos con cualificación intermedia en favor de los puestos con baja y alta cualificación.

Rafael Doménech, director de Análisis Económico de BBVA Research, coincide con este diagnóstico. “Estamos muy lejos de prever escenarios apocalípticos de desempleo tecnológico masivo. Por el momento, más bien al contrario: las sociedades en las que la revolución digital está avanzando más rápidamente son aquellas en las que el desempleo es menor y la productividad mayor”, apunta.

Lo que sucede –como ha ocurrido en otras revoluciones industriales pasadas– es que la robotización sustituye puestos de trabajo por máquinas en unas tareas o sectores concretos; pero al mismo tiempo se crean otras nuevas ocupaciones en las que los robots son complementarios.

Un informe del Foro Económico Mundial del año 2018 titulado ‘El futuro de los empleos’ cifra en 75 millones los empleos que se pueden ver desplazados por los cambios en la distribución del trabajo entre humanos y máquinas. Pero al mismo tiempo podrían crearse hasta 133 millones de nuevas tareas relacionadas con la interacción entre humanos, máquinas y algoritmos. “Aunque estas cifras conviene tomarlas con cautela, sí que muestran el camino a seguir al adoptar las estrategias necesarias para adaptar la fuerza laboral a este nuevo mundo del empleo”, apunta el informe.

Ya en el año 2015, la parlamentaria europea Mady Delvaux impulsó un informe destinado a la Comisión Europea con recomendaciones para normas de derecho civil sobre robótica. Este documento destaca que es fundamental orientar y anticipar los posibles efectos del desarrollo de la robótica en el ámbito del empleo y la política social. El informe pide a la Comisión que realice un estudio sobre los desafíos y las oportunidades para el empleo, y que desarrolle un sistema de seguimiento del número y las características de los puestos de trabajo que se pierden y se crean en el proceso de robotización y automatización, así como del impacto de este fenómeno en la pérdida de ingresos de los sistemas de seguridad social.

El informe pide además a la Comisión Europea y a los Estados Miembros que “examinen la posibilidad de introducir un sistema de notificación previa a la introducción de robots y su participación en la facturación de las empresas a efectos tributarios y de cotización a la seguridad social”.

De Bill Gates al pacto de Toledo

Otras voces han alertado sobre el impacto de la robotización en el mercado laboral. Algunas nada sospechosas como la de Bill Gates. El fundador de Microsoft abogó por imponer una tasa a la robotización en una entrevista en el medio ‘online’ Quartz.

En España, la comisión del Pacto de Toledo redactó un borrador antes de la disolución de las Cortes el 5 de marzo en el que, entre otras medidas, recomendaba buscar vías alternativas de financiación de la Seguridad Social como consecuencia de la robotización. “Si la revolución tecnológica implica un incremento de la productividad, pero no necesariamente un aumento del empleo, el reto pasa por encontrar mecanismos innovadores que complementen la financiación de la Seguridad Social”, señalaba. En definitiva, abría la puerta a la cotización de los robots. Sin embargo, no hubo consenso y el acuerdo con las recomendaciones finalmente no salió adelante.

Desde UGT, su secretario general, Pepe Álvarez, aboga también por tasar la actividad de los robots. “No nos oponemos a la introducción de nuevas tecnologías”, señalaba en una tribuna en El Confidencial en febrero de 2019. “Se trata de que la robotización de la industria y los servicios no solo sirva para que las empresas obtengan más beneficios sobre el precio final de los productos o las cuentas de resultados, sino que también proporcione a la sociedad, mediante aportaciones a los sistemas fiscal, de protección social y las pensiones, recursos que de otra manera desaparecerán junto al empleo que sustituirán. Por eso sería lógico que los robots cotizaran y pagaran impuestos.”

Algoritmos y ultralongevidad

El reto que tienen ante sí los sistemas de pensiones no proviene solo de los algoritmos. “Debemos considerar la combinación de dos efectos que se van a dar de forma simultánea: la ‘algoritmización’ de los procesos y ultralongevidad de las sociedades avanzadas”, explica Juan Manuel López Zafra. “Esto va a generar la tormenta perfecta en los sistemas de seguridad social europeos. Cada vez más gente viviendo más tiempo en mejores condiciones en una sociedad con cada vez más procesos automatizados. Y debemos también considerar los plazos: mientras que la ultralongevidad llevará un tiempo, la algoritmización será infinitamente más rápida”.

En este sentido, existe cierto consenso en que puede ser necesario, en el corto plazo, detraer una parte de la renta generada por los algoritmos para compensar la caída de las cotizaciones. En ese caso, habría que definir cómo hacerlo. “Habría una opción que es dotar de personalidad jurídica al robot”, explica Felipe Serrano. A partir de ahí, Serrano distingue tres posibilidades: aplicar una renta ficticia al robot a partir del trabajo que sustituye y aplicar un impuesto a dicha renta; establecer un impuesto en el momento de la adquisición del robot, o gravar la producción del robot con un nuevo impuesto de sociedades.

“La suma de las cotizaciones sociales que pagan empresas y trabajadores ya es muy elevada, por lo que su aumento puede ser contraproducente y destruir más empleo del que erróneamente ahora pensamos que destruye la automatización”, apunta Rafael Doménech.

José Antonio Herce, presidente del Foro de Expertos del Instituto BBVA de Pensiones, coincide con Doménech. “Encarecería los robots y abarataría el empleo”, señala. “Es verdad que, a corto plazo, encontrar esos empleos de calidad que tendrán que hacer las generaciones que convivan con la automatización no se improvisan de la noche a la mañana. Y ya vamos tarde en nuestro sistema educativo y formativo”.

Educar para crear nuevos empleos

Aunque en esa transición muchos expertos reconocen que quizás hubiera que compensar la pérdida de puestos de trabajo con algún tipo de renta o subvención, en términos generales hay consenso en que la solución pasa por reorientar la educación y la formación. Y ese es un reto de largo plazo.

“No podemos formar a nuestros universitarios en modelos de hace 40 años y que hoy se demuestran obsoletos. ¿Cómo es posible que no se prepare a los alumnos en programación? Si no preparamos a quienes deberán liderar el proceso, no lograremos nada”, afirma López Zafra.

En esta línea Felipe Serrano aboga por enfocarse en el diseño de estrategias orientadas a la generación de empleos no robotizables. “Siempre se apunta que la educación es el camino más acertado para conseguir este objetivo, pero también es cierto que muchos de los empleos del sector servicios (y que no necesariamente demanda altas cualificaciones) pueden contribuir a absorber parte de la mano de obra desplazada por la robotización de las cadenas de producción”, añade.

“El reto es que el progreso llegue a todos los miembros de la sociedad potenciando los beneficios de la revolución digital y minimizando los costes. La inversión en capital humano es crucial para conseguir habilidades con las que el progreso técnico sea complementario en lugar de sustitutivo, incluso en tareas menos cualificadas”, apunta Doménech. “El sistema educativo debe evolucionar conforme lo haga la sociedad, fomentando la creatividad, potenciando las capacidades no cognitivas y mejorando la inteligencia social. La formación continua, el reciclaje, la flexibilidad para cambiar y diversificar habilidades durante toda la carrera laboral serán cada vez más importantes”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

scroll to top