¿Llegó la hora de tirar el efectivo a la basura?

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Por David Wolman,  autor del libro ’The End of Money’, recientemente publicado en EE.UU.

La tecnología móvil está siendo una solución para ofrecer servicios financieros a cerca de 1.000 millones de personas en el mundo que poseen un teléfono celular, pero no una cuenta bancaria.

En la economía moderna no hay ateos. Puede que alguien no tenga a Dios o a Buda en su vida, pero sí tendrá mucha fe… en el dinero. No me refiero a la adoración del dinero en el sentido de que la codicia es algo bueno, sino a la fe en su valor. Su confianza en él depende de la de todos los demás, lo que significa que nuestra fe en el valor del dinero es finalmente sobre la confianza mutua, o por lo menos una alucinación compartida.

El dinero en efectivo, ya sea en billetes o monedas, nos ayuda a mantener ese pensamiento mágico. Es real en la medida que uno puede sostenerlo, olerlo y quiera lavarse las manos después de manipularlo. A través de su uso en forma de efectivo, llegamos a entender la poderosa tecnología de la civilización que representa el dinero.

Pero, ¿necesitamos todavía el efectivo? En una época en la que los libros, películas y música transmutan su forma de átomos a bits, los billetes y las cada vez más costosas monedas metálicas se ven como objetos de una historia análoga. Últimamente, pareciera que las únicas personas que llevan dinero en efectivo son los aspirantes a terroristas, funcionarios gubernamentales corruptos, narcotraficantes, ladrones de bancos, evasores de impuestos, falsificadores y jóvenes ricos que compran sus bolsitas de marihuana en la universidad.

A pesar de que las predicciones sobre el fin del efectivo son tan antiguas como las tarjetas de créditos, una serie de acontecimientos conspira contra el dinero físico como nunca antes: la desconfianza en las monedas nacionales, nuevas herramientas de pago, la ansiedad acerca de la deuda pública, el triunfo de los teléfonos celulares, monedas alternativas innovadoras, las preocupaciones medioambientales y una creciente evidencia de que el dinero en efectivo es más perjudicial para los miles de millones de personas que no lo tienen en abundancia.

Cuanto más pobre sea alguien, mayores se vuelven los costos y riesgos de tener dinero en efectivo. Cualquier conocido podría pedirle dinero prestado o robarle los ahorros duramente ganados. O también, un incendio o desastre natural podría terminar con sus escasas reservas de efectivo. Y puede que tenga que viajar horas o días a zonas rurales para entregar o recibir el dinero en efectivo de un pariente.

En las grandes ciudades, el dinero, en su mayor parte, ya se ha convertido en forma de unos y ceros en alguna computadora remota. Si por casualidad necesita dinero en efectivo, puede ir al cajero automático más cercano. De lo contrario, utiliza una tarjeta de crédito o débito, o tal vez alguna nueva tecnología, como Google Wallet o PayPal Mobile.

Mientras que nosotros podemos saltar del dinero en papel al electrónico a nuestro antojo, los pobres están atrapados con el efectivo. El problema es que nunca ha sido rentable poner sucursales bancarias en los barrios o los pueblos donde viven los pobres.

Teniendo en cuenta que los teléfonos están en todas partes, la tecnología móvil se está promocionando como una solución para ofrecer servicios financieros a los cerca de 1.000 millones de personas en el mundo que ya poseen un teléfono celular, pero no una cuenta bancaria. Los modelos varían, pero, en esencia, el dinero móvil es el almacenamiento electrónico o la transferencia de valores a través del teléfono. Para la banca móvil, la idea es hacer posible que casi cualquier persona abra y use una cuenta de ahorros de bajo costo y haga transacciones a través de una red de comerciantes asociados. Promotores como el Banco Mundial y la Fundación Gates ya están invirtiendo fuertemente en esta área.

Otra innovación prometedora es la que tiene que ver con la NFC (por Near Field Communication), una tecnología de comunicación inalámbrica. Con una pequeña antena dentro de un dispositivo digital, como un teléfono móvil, se puede transmitir la información de pago hacia un lector o el teléfono móvil de otra persona. Se espera que para 2014, las transacciones realizadas a través de conexiones inalámbricas de teléfonos alcancen un total de US$1,13 billones (millones de millones) en todo el mundo.

El golpe final podría venir también de innovadores de divisas. Las monedas alternativas son sorprendentemente comunes y van mucho más allá de los clásicos ejemplos como los billetes de Disney (utilizados en sus parques de diversiones) y las millas de aerolíneas. Hoy en día hay versiones locales en distintos lugares de EE.UU., como Ithaca, estado de Nueva York, y BerkShare, en Massachusetts, y otras en línea, como los créditos de Facebook.

¿Es posible que mañana, o en cinco años, tiremos el efectivo a la basura? No. La actividad económica que depende de él aún es significativa. El efectivo es útil si su niñera no acepta PayPal o si quiere comer en un pequeño restaurante que sólo acepta efectivo.

La idea no es hacer la vida más difícil para aquellos que dependen de transacciones modestas, es examinar el efectivo ya que ha pasado siglos sin ser ni siquiera blanco de críticas. Una mirada en detalle a la larga historia del dinero en efectivo, sus costos actuales y la inundación de las tecnologías emergentes sugiere que puede que estemos al borde de una revolución monetaria.

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