España es una gran oportunidad para los bancos latinoamericanos

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Con el nombramiento del nuevo presidente del Banco Central de España, Luis María Linde, y el anuncio del FMI que indica que para salvar a la banca española de la quiebra se requieren 40.000 millones de dólares, surge el cuestionamientio del cambio de paradigma: por qué la banca latinoamericana debiera atreverse a «cruzar el charco» y posicionarse en el sector financiero europeo.

 

 

La tendencia hasta ahora ha sido la inversa, los bancos de Europa vienen a ocupar posiciones en el activo y creciente sector financiero de la región.

 

 

«Las cifras, en algunos casos disparatadas, que hemos visto en la prensa internacional demuestran la importancia de tener primero un diagnóstico claro, una evaluación detallada de las fragilidades del sector bancario y de las necesidades en términos de recapitalización», ha dicho el vocero de Asuntos Económicos de la CE, Amadeu Altafaj.

 

 

Este tipo de comentarios no hace sino incrementar las dudas respecto a la profundidad de la crisis por la que atreviesa la banca española y las enormes interrogantes que existen al interior de las capas dirigentes y las autoridades que deben señalar un camino de solución para este importante sector de la economía europea.

 

 

 

Por contraparte, vemos una banca latinoamericana muy ordenanda y con enormes cifras de crecimiento, que ha sido sostenido en el tiempo, con procesos de gestión muy desarrollados y preparándose para una nueva revolución tecnológica, en especial en países como Perú, Panamá, Colombia y Chile: el de los pagos móviles.

 

 

Todos los analistas coinciden en el diagnóstico, que es avalado por cifras como la de S&P, que visualiza pérdidas por más de US$140.000 millones entre este y el pròximo año; y el retroceso en la calificación de riesgo por parte de Fitch, en que la agencia rebajó la clasificación desde «A» a «BBB», cuya decisión refleja los probables costos fiscales de la reestructuración y recapitalización del sistema bancario español.

 

 

Ante este escenario, ¿no es posible pensar en que los bancos de la región accedan a oportunidades nunca antes imaginadas en el concierto europeo?

 

¿Será posible que los enormes bancos brasileños puedan desembarcar en el sector financiero de la península ibérica?

 

 

¿Podrá alguna institución chilena, peruana o colombiana  instalar una «cabeza de playa» en un alicaido ambiente de negocios bancario español?

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